Por Lic. Carlos Alberto Guzmán*
Este 15 de septiembre celebraremos el 190º aniversario de la Independencia de Centroamérica del Reino de España, y entonces, es válido reflexionar ¿cómo queremos celebrar el Bicentenario?
Para contestar esta pregunta, me permito recordar las palabras de Óscar Arias (expresidente de Costa Rica): “Casi dos siglos después que los países de América Latina consiguieron su independencia de España y Portugal, ninguno de ellos es verdaderamente desarrollado”.
Hoy en día, la problemática situación de El Salvador es evidente. Numerosos informes detallan la gravedad de los distintos problemas, por ejemplo los Informes de Coyuntura de FUSADES. Además, esta imagen del país es recogida en estudios internacionales, tal como el Informe de Competitividad Global 2011-2012, elaborado por el Foro Económico Mundial. Dicho estudio mide anualmente los factores que inciden en la competitividad, que tiene una relación directa con la prosperidad y el bienestar de los ciudadanos. Los resultados son desalentadores, ya que el país continuó el retroceso en posiciones, pasando de la posición 77, en 2009, a la 91 de 141 países analizados en esta edición. En comparación con América Latina, se advierten atrasos en la innovación y deficiencias institucionales. Los primeros atrasos son originados por la baja posición de la calidad del sistema educativo en general y la calidad de la investigación científica; y las deficiencias son debido a la falta de confianza en el sistema político y los costos de la inseguridad y el crimen organizado, con el puesto 141 de 141 países.
Entonces, definitivamente, muchas cosas siguen saliendo mal en El Salvador. Y continúa Óscar Arias: “¿Dónde estuvo el error? ¿Qué salió mal? Muchos, en la región, responden a estas preguntas con las teorías de conspiración o excusas autocompasivas (...) echan la culpa del subdesarrollo a otros en lugar de a la propia América Latina”, y en nuestro caso a El Salvador. Por ejemplo, el puerto de La Unión se había convertido en el estacionamiento más grande del país debido a la parálisis del sistema político para otorgar la concesión, hasta recién esta semana que se aprobó el decreto respectivo.
Entonces, ¿cuál es la solución? Según el autor comentado: “Los latinoamericanos debemos mirarnos en el espejo y enfrentar la realidad de que muchos de nuestros problemas no residen en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos”. Precisamente, al reconocer que somos causa de nuestros problemas se abre la oportunidad para superarlos. La tarea es compleja pero no imposible, solamente una vez más debemos poner la fe en las mismas palabras que acompañan nuestra bandera en este mes de Independencia: Dios Unión Libertad.
Tal como hace casi 200 años, numerosos ciudadanos de distintos orígenes, razas y profesiones se unieron para desafiar al régimen y rebelarse frente a las ideas vigentes; ante nosotros yace la oportunidad perfecta para realizar otra independencia, esta vez, de la pobreza, la delincuencia, la corrupción, entre otros males. Es el momento para protestar por un mejor país, para “portarse mal” ante la sociedad. No existen recetas mágicas, sino un camino de responsabilidad y trabajo individual y colectivo, con la plena convicción que un mejor El Salvador es posible y necesario.
Les pido que mientras celebremos estas fiestas cívicas, rodeados del azul y blanco, reflexionemos sobre el Bicentenario y las acciones concretas que cada uno puede realizar para ganar una nueva Independencia.
*Columna publicada en La Prensa Gráfica, edición 11 de septiembre de 2011.
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