Por Lic. Carlos A. Guzmán*
La ausencia de espacios públicos es un déficit en El Salvador que pasa inadvertido en la agenda pública, a pesar de la importancia de estos lugares (físicos o mentales) como escenarios ideales para la construcción de lo “salvadoreño”, el espacio para compartir los sueños y el punto de convivencia de los ciudadanos. Por tanto, es urgente la generación de nuevos espacios públicos.
Según Aristóteles, dado que los hombres son animales políticos, por cuanto no son ni dioses ni bestias, y poseen la capacidad para pensar y expresar sus pensamientos por medio de palabras, solo pueden alcanzar la mejor decisión a través de la discusión racional en el espacio común de la ciudad. Además, Thomas Hobbes decía que este espacio es la condición no solo para la existencia de una vida superior y civilizada, sino también para la existencia de la vida humana en sí.
Es así que estos espacios es donde se buscan los dos principales intereses de toda sociedad: a) la supervivencia de la propia comunidad, y b) la promoción de virtudes para vivir mejor (respecto, armonía, etcétera).
Además, estos lugares dan a los habitantes una experiencia más acogedora y democrática que los vincula a su comunidad, es decir, pasan de ser meros paseantes por el mundo a ciudadanos comprometidos.
En la actualidad, el espacio público tiene un carácter polifacético que incluye desde aceras y pasajes, donde la interacción es aparentemente simple, hasta los lugares de identidad, de relación o de historia, que no se limitan a espacios físicos –la Catedral de San Salvador (y su fachada)– sino que abarca los escenarios virtuales y mentales, por ejemplo, manifestarse en redes sociales o cantar el himno nacional como símbolo de identidad.
Al reflexionar sobre nuestras ciudades, nos damos cuenta de que suelen ser un conjunto de murallas fortificadas, plazas y parques abandonados, mercados descuidados, y calles cercadas con plumas y portones (por cierto, de cuestionada constitucionalidad al vulnerar la libre circulación). Esta misma condición geográfica afecta la construcción de ciudadanía en nuestras comunidades y nos muestra un serio obstáculo en satisfacer los intereses antes mencionados. Este deterioro afecta la calidad de nuestra democracia, disminuye el capital social y trastorna la cultura política.
En ese sentido, es indispensable que existan planes de rescate y sostenimiento de estos lugares (físicos y mentales) e integren a los habitantes como parte esencial de este. Para ello se puede analizar las normas relativas a la materia, exigir reformas o nuevas leyes. También se debe felicitar y apoyar a los funcionarios públicos que promueven estos espacios públicos, tales como el concejo municipal de San Salvador con el Parque del Bicentenario, Santa Tecla con el Paseo El Carmen, y otros.
Sin embargo, una cuestión indispensable es que todos los ciudadanos aportemos a la solución mediante la organización comunitaria que permita aprovechar estos nuevos espacios.
Algunos ejemplos son: “Domingueando”, que promueve la interacción y el sano esparcimiento entre los residentes y las empresas locales; unos amigos han organizado un grupo llamado “AntiguoRunners” y salen a correr a través de la ciudad todos los jueves; otros jóvenes aprovechan las plazas para protestar contra los #DiputadosCorruptos.
La utilización de estos espacios, y su continua demanda, es lo que nos permitirá reconocernos como ciudadanos de una misma comunidad, y, si te gusta el deporte, podríamos correr por un mismo sueño: un mejor lugar para vivir.
* Presidente de ADESA 2011-2012. Publicado en La Prensa Gráfica, edición 6 de mayo de 2012.
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