Por: Lic. Carlos Alberto Guzmán*
La ciudadanía exige el fin de los partidos políticos, tal como los conocemos.
Podemos pensar en los partidos políticos como organizaciones políticas indispensables para la democracia, debido a su función de agrupación de intereses de la sociedad, participación en elecciones públicas y formación ideológica de los ciudadanos.
En El Salvador, los partidos políticos fueron claves en los Acuerdos de Paz y el inicio de la transición a la democracia. Canalizaron la búsqueda de los cargos públicos a través de elecciones, en vez de otros métodos como la violencia, que tanto dolor y muerte han causado.
Sin embargo, a lo largo de los años hemos observado la existencia de lacras dentro de los partidos políticos: demagogia, clientelismo, corrupción, y más cuestiones que deterioran su legitimidad frente los ciudadanos.
Entonces, ¿qué les pasó a los partidos políticos? Como han dicho otros, con el paso del tiempo sus cúpulas adquirieron demasiado poder, y sin mecanismos de control, se cumplió el refrán “en arca abierta, hasta el justo peca”. Sobran ejemplos de estos pecados, tales como el Decreto Legislativo n.º 743, las maltrechas reformas al sistema electoral, el tratamiento de la Corte de Cuentas, por mencionar los más recientes.
Durante mucho tiempo sufrimos estos abusos, pensamos que no era nuestro problema, que no podíamos actuar y guardamos silencio. Ahora, la insatisfacción se ha transformado en demanda ciudadana, y manifestado en novedosas maneras, por ejemplo los #IndignadoSV, una iniciativa espontánea de la ciudadanía para velar y hacer respetar la institucionalidad del Estado, por medio de la difusión de información sobre la realidad nacional, enfocada a la juventud.
Estos movimientos están apareciendo en varios países, inspirados en razones similares: la búsqueda de un mejor lugar para vivir. No son ni deben ser ONG o partidos políticos, sino más bien forman parte de un imaginario colectivo que expresa la memoria y el corazón de la sociedad, y manifiestan la capacidad de los ciudadanos de organizarse, encontrar puntos en común y defenderlos. Sus destinatarios principales son los funcionarios públicos, y la sociedad misma. Tal parece que, los ciudadanos hemos recordado que “por el ojo del amo engorda el ganado”, es decir, nuestra vigilancia es indispensable para una democracia fuerte.
Esta nueva conciencia ciudadana y labor de observancia debería ser retomada por los universitarios, quienes cuentan con energías, conocimientos e ilusión suficientes para superar las barreras ideológicas y retomar la libre discusión de ideas, con el objetivo de aportar al país.
Además, si pensamos en los partidos políticos como organizaciones dinámicas que nacen, cambian y mueren, estas nuevas energías ciudadanas deberían ser encauzadas a la transformación democrática de los existentes o al surgimiento de nuevas organizaciones. Aclarando que los mismos no son propiedad de sus cúpulas, sino de sus militantes, y en última instancia de los ciudadanos.
De esta forma exigimos el fin de los partidos políticos como los conocemos, que ejerzan su rol ideal como intermediarios de los ciudadanos con el Estado, pues su falta de legitimidad podría generar resultados inesperados en la democracia misma.
Si realmente te importa este país, protesta. ¡Defiende tus derechos, participa en los movimientos ciudadanos o universitarios, involúcrate en los partidos políticos y cámbialos!
*Colaboración para la Prensa Gráfica, edición 19 de junio de 2011. Presidente de ADESA
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